Granada, ciudad de los buscadores

Esto es una carta de amor a una ciudad y provincia que extraño profundamente. También es una invitación abierta, a explorar Granada y descubrir todo de lo que tiene que ofrecer.

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Granada es una ciudad velada. Es a la vez incognoscible y atractivo. En cualquiera de sus miles de rincones escondidos podrías encontrar el pequeño y discreto bar que nadie —y todos—conozcan. Cada calle estrecha puede llegar a una vista hermosísima—o, a ninguna parte.

Granada es una mezcla—no, mejor—un choque de culturas. Los españoles, los moros, los gitanos romaní y los turistas lo han llamado su hogar en varios momentos a lo largo de su historia. Algunos encontraron la vida que buscaban y se establecieron; otros, no. Ellos que quedaron lo hicieron por falta de otro hogar más adecuado y por la hermosa de la ciudad y de su gente. Cada grupo queda igualmente orgulloso y avergonzado de sus raíces.

¿Qué secretos te esperan en esas calles? ¿Cómo los encontrarás? ¿Quién te las revelará? ¿Puedes descubrirlos en primer lugar?

¿Qué secretos te esperan en esas calles? ¿Cómo los encontrarás? ¿Quién te las revelará? ¿Puedes descubrirlos en primer lugar?

Granada es la ciudad pequeña más grande del mundo. Sin dejar a su ruta para tomar un café o un pionono (algo que es casi imposible olvidar), uno podría cruzarla desde el norte hasta el sur en menos que una hora. Serías un tonto intentarlo; no hay razón en caminar derecho aquí. Para que cumplas tu cronógrafo arbitrario, tendrías que pasar por el frente los cientos de bares con tapas alegres y pubs atestados con gente. Tendrías que olvidar la plaza que se ha convertido en un lugar de música temporal. Tendrías que pasar por el frente de los ancianos que deambulan por las calles vacías.

Esa gente—los borrachos, los artistas callejeros, los viejos deambulantes—es decir, ellos que se permiten explorar—son mucho más sabios que tú. Entienden los secretos de su ciudad oculta. Saben los secretos que hay debajo de la superficie. Son ellos que acatan según sus propias reglas; son los verdaderos campeones de Granada.

Y así, a medida que avanzas y pasa la hora, debes rendirte. Permítete a explorar.


Pasear por Granada es descubrir mil cosas nuevas. Con cada paso se revela algo nuevo. Observas pequeños detalles durante su viaje diario que los ojos perezosos no ven: Las piedras de esta calle se vuelven más resbaladizas que otras cuando llueve; El funcionario de transporte que siempre multa a los pasajeros sin billete solo se presenta después de las 5; La mujer del pan se vende más rápido cuando hace sol. Tiempo y un buen ojo son todo lo que necesitas para descubrir esos secretos ocultos.

Ciudad de secretos: 1.000 lugares de interés. 1.000 distracciones. 1.000 descubrimientos.

Ciudad de secretos: 1.000 lugares de interés. 1.000 distracciones. 1.000 descubrimientos.

Aprendes a obedecer tu nariz. En camino, puede llegar un olor tan sabroso y suculento que te hace preguntar: ¿Qué es eso? Limitarte tales placeres inevitables sería una herejía. Deja que tu apetito te lleve a esa fuente clandestina de delicias; camine con la nariz pegada al suelo, como Sherlock Holmes con su lupa.

¿Cuáles olores, me preguntes? Churros con chocolate, calientes y listos para comenzar el viaje del día (o culminarlo); castañas asadas de un carrito, su olor abrazándote contra los vientos fríos de la Sierra Nevada; y quizás lo más destacado, las tapas, pequeños platos gratis que sirven como invitaciones abiertas para conocer a alguien nuevo. Los platos vienen a su propio ritmo, mientras que echan las bebidas y la conversación florece. Quizás llegue una loncha de jamón, con unas aceitunas y un poco de pan. Luego sea sardinas a la plancha o fritas, rociadas con limón. Al final haya carne en salsa de almendras y pimentón. Sea lo que sea, estará delicioso (y gratis). Y luego pasas al siguiente bar, a la próxima bodega. Al próximo esplendor.

Otro trago, otro plato. (imagen acreditada Antonio Jose Sala)

Otro trago, otro plato. (imagen acreditada Antonio Jose Sala)

Migas españolas: migas de pan guisadas y luego fritas, servidas con sus adornos preferidos. Yum (sardinas fritas son mi acompañamiento favorito)

Migas españolas: migas de pan guisadas y luego fritas, servidas con sus adornos preferidos. Yum (sardinas fritas son mi acompañamiento favorito)

Tus compañeros de calle son reflejos de Granada y de su historia. Ellos como tú vienen de todo el mundo. El mundo que eligen explorar puede variar; desde la perspectiva del turista, Granada no es más que un pequeño trozo de un país completo, una tierra de paellas falsas y flamenco que hay que ingerir todo a la vez. Pero para los granadinos o cualquiera de los niños adoptados de la ciudad, el mundo está centrado ahí mismo, debajo de las montañas.

Mientras camina, será fácil distinguir quién es quién. La omisión de ciertas consonantes (un acento que en gran parte se burla del resto del país) es un signo de un granadino nativo; el ritmo de su voz, la velocidad, la ferocidad y el orgullo con los que se habla es otra pista. Estos rasgos distinguen los granadinos de los visitantes a la ciudad.

Sin embargo, Granada es hogar de más de un tipo de granadino. Presta atención: hay muchas distinciones. Abre los oídos y los reconocerás. El árabe entra y sale de las calles, particularmente del laberinto llamado el Albaicín, el barrio histórico que proporciona un paso inesperado a Al-Andalus (También debes familiarizarte con la nueva comunidad de ex-refugiados de Siria y otros lugares que han adoptado la ciudad como su propia). Estar a la escucha de español de fuera de Andalucía: el jeísmo canción de un argentino llegue de repente, o la voz ronca de un trasplante irlandés. Oirás gitanos, ciudadanos romaní nativos que hablan su propio dialecto, un código místico llamado el caló. Encuéntrelos en las casas cuevas renovadas del Sacromonte, donde albergan cenas ornamentadas y extravagancias de flamenca.

El hostal ‘El Granado’ es un buen lugar para quedarse y saluden a la ciudad de una manera amigable (imagen acreditada en Google Maps)

El hostal ‘El Granado’ es un buen lugar para quedarse y saluden a la ciudad de una manera amigable (imagen acreditada en Google Maps)

Granada y su gente se mezclan como agua y aceite. No hay armonía; cada voz es un instrumento, partes de una sinfonía más amplia. Sin embargo, están unificados por un rasgo común: el entusiasmo por dar la bienvenida. Se le trata como más que un turista con dinero que gastar. En vez, te reciben como un incognecente del extranjero, alguien que exige una educación intensiva sobre la magia de su ciudad. Los granadinos están dispuestos a mostrarte el interior de sus casas, y también los secretos de su ciudad. Pero intente mantener el estómago vacío; los granadinos parecen persistir en alimentar a otros.

A medida que exploras y descubres, crearás una lista de hogares fuera del hogar a usar como tu comando remoto. Quizás incluya la escuela en la que estás inscrito, un refugio donde puedes escapar del ritmo histérico de la ciudad. Tal vez incluya un hostal, lugar donde puedas hablar tu lengua materna y hablar de lo que echas; tu familia, tus amigos, mantequilla de maní.

Formarás una red única de cafés; uno para trabajar, uno para llevar, otro para relajarse. Encontrarás tiendas únicas que realmente hacen que los diligencias sea un placer; el bazar de especias, el puesto de frutas, la tienda de pasta fresca que apreciará mucho después de su partida. Formarás itinerarios de la vida nocturna, caminos confiables a una buena noche, hileras de bares que siguen a pubs y terminan en la discoteca.

Independientemente de lo que encuentres, serán en los tuyos, en cierto sentido. Lo más importante es que sientes la alegría que hay en descubrir estos lugares.


Granada es lo que haces de ella. Es una ciudad que exige la exploración. Es imposible saberla por completo. Es un lugar donde se cruzan los sentimientos de comodidad y de perdido. No tengas miedo de entretener esas curiosidades; el miedo es una parte de la experiencia. Si dejas que el miedo te despilfarre, pues te negarás del placer que es Granada: el descubrimiento.

Ser inmóvil en esta ciudad de buscadores es fatal. Pero si estás dispuesto a explorar, a ampliar tus conocimientos y desafiar de tus ideas preconcebidas, entonces te encontrarás en casa, mi amigo.

Estad atento. Mantén la nariz alto. Abre los oídos. Permítase descubrir Granada y su cultura en expansión. Enamórate de la ciudad de los buscadores.

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